D.E.P.
A lo largo de los años ha sido grande la curiosidad que siempre he tenido por averiguar quien era la dueña del contenido del misterioso e insólito sobre blanco, que aquel día encontré en el primer cajón de la mesa de su despacho.
Nunca nadie ha venido a reclamarlo.
<<Es una gran pérdida la que ha golpeado hoy a esta familia, causando mucho dolor.
Santos Jesus de la Torre Llanos, era un buen hombre, honesto, educado, buen padre y mejor esposo. Su vida fue ejemplar y así le recordaremos y le lloraremos, mientras rezamos por su alma.
Descanse en paz.>>
Y allí estábamos todos sus compañeros de trabajo, escuchando las desgastadas e impersonales palabras, que el sacerdote le dedicó, durante el tiempo que duró aquel corto sepelio. Petrificados alrededor de su tumba, en aquella fría tarde de Enero, con la niebla penetrando hasta los huesos y tanto frio en el cuerpo, que al menos yo, no deseaba otra cosa más que meterme en el coche y encender la calefacción.
Ya se que es políticamente incorrecto, pero quizás el cura debería haber dicho que Santos Jesús era un hombre triste, gris, ausente, de pocas palabras y con demasiados pocos amigos. Al menos eso es lo que pensábamos la mayoría. Apenas unas palabras de condolencia a la viuda tras el entierro y el grupo se disolvió sin pena ni gloria, sin corrillos, sin lágrimas y sin silencios. Nadie lloró su pérdida, tal vez porque nunca había estado entre nosotros.
Llevábamos trabajando juntos más de 15 años, puerta con puerta y apenas sabía nada de su vida. Eso si, siempre llegaba el primero y se iba el último. Se camuflaba por los pasillos desgastados de aquellas tristes oficinas, con su uniforme de trabajo, porque era casi un uniforme de trabajo. Debía tener decenas de chaquetas de las de botones, todas de un color indefinido entre gris y marrón y otras tantas camisas blancas. Siempre calcetines negros, zapatos clásicos y raya al lado. Siempre el mismo corte de pelo, siempre las mismas gafas de medio cristal sobre la punta de la nariz, por encima de cuyos cristales te observaba al pasar por delante de su puerta, aunque dicho sea de paso yo procuraba no hacerlo. Tanta frialdad me daba escalofríos.
Apenas hablaba con nadie, nunca iba a las cenas de empresa, ni se trababa con unos ni con otras. Si no fuera porque a veces le escuchaba hablar por teléfono al otro lado de la pared y por algún que otro e-mail de obligado intercambio por cuestiones laborales, podría haber dicho que Santos Jesus de la Torre Llanos, nunca había trabajado allí.
- Un infarto, Rebeca, me dijo el jefe con más aprensión que tristeza en sus palabras.-
- Se desplomó en la calle, camino de su casa, sin tiempo para nada más que para morir.-
- Hazme el favor de recoger sus cosas personales y meterlas en cajas. A su viuda le gustará tenerlas como recuerdo.-
- No se preocupe jefe. Yo me encargo.-
Abrí la puerta con cierto reparo. Nunca he tenido mucha simpatía por el mundo de los muertos. En aquel despacho se respiraba un frio tan helador como el cadáver de Santos Jesús, que a estas alturas ya estaba bajo tierra.
Recopilé con celeridad todo lo que encontré por las estanterías y sobre la mesa. Archive todo lo archivable y metí los objetos que me parecieron más personales en una caja. Un maletín, una pluma, un viejo afilador de puntas de aluminio, una vieja grapadora, algunas fotos, los cuadros de la pared, un par de libros, etc. Dejé para el final los cajones de su mesa. En realidad me daba cierto apuro curiosear en cuestiones tan íntimas. A mi no me habría gustado que nadie lo hiciera. Sentía que estaba violando la privacidad del muerto.
Solo cumplo órdenes pensé, así que adelante.
Fue en el primer cajón de su mesa donde encontré el misterioso sobre blanco. No estaba cerrado del todo, así que me dejé llevar por la tremenda intriga que me provocaba.
- Quizás debería echarle un vistazo a las cosas antes de entregárselas a su esposa- le insinué al jefe, dibujando una sonrisa de medio lado, mientras le entregaba en mano aquel sobre blanco.
Levantó la solapa y ojeó el interior.
- De esto ni una palabra a nadie, eh Rebeca, ¡que nos conocemos!-
¿Qué que había dentro? Difícil de explicar y más de entender en un hombre como él.
Dentro del sobre, no había otra cosa mas que unas insinuantes bragas color burdeos, que el guardaba con tanto celo y que supongo nunca imaginó que caería en manos ajenas.
Ahora pienso que quizás la vida de Santos Jesus de la Torre Llanos, no fue tan aburrida como todos habíamos imaginado.
Marta B. de Campoamor Aller
(02/12/11)
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