El adulterio
Yo consentía, ignoraba, padecía, y la humillación era mi credencial. Con seguridad este comportamiento trataba de obviar la evidencia de los hechos y enterraba la rutina.
A
mi vida de esposo fiel añadía las características de identidad, metódico en lo habitual, e incorporaba cualidades socialmente reconocidas: Ordenado, disciplinado, prudente, puntual, riguroso, crítico, amante de la lectura, melómano insaciable,… digno acompañante.
Simultánea y consistentemente ocultaba las menos decorosas. Era díscolo, egocéntrico, distante, despegado, rehuía los afectos interesados… A pesar de todo enmascaraba lo que dificultaba la convivencia.
A ella, reconocida docente en un IES de la ciudad, la decía:
-“Es difícil encontrar una profesora con tus cualidades y disposición para la enseñanza”.
Ella asentía inmutable como un autómata con los gestos bien aprendidos.
Ácrata, desordenada en los pensamientos y consecuente en la ideología. Preparaba las clases exhaustivamente, provocaba intervenciones críticas en los alumnos y obligaba a tener criterio propio.
Muchas veces al estar ocupado en cosas menores, me preguntaba: “¿Cuándo y dónde se veían?" - No sabía o no quería conocerlo.
Supe después que los encuentros no eran difíciles y las coartadas innecesarias.
Eran docentes en el mismo instituto, acudían a todas las actividades que desarrollaba el centro: Visitas a pinacotecas, filmotecas, museos, conciertos charlas, debates y sobre todo viajes de estudios fuera de la ciudad -duraban varios días. Todas estas salidas estaban promovidas por las autoridades académicas. Eran “bien aprovechadas”. Los tiempos y ausencias estaban justificados.
Cada día transcurría sin sobresaltos, dentro de la más cínica relación.
Una tarde de invierno estábamos en casa bien instalados; ella corregía trabajos de alumnos, yo, leía a Paulo Coelho y buscaba la provocación. Le pregunté:
-"¿Crees tan simple la interpretación del adulterio que hace Coelho en la novela?"
Tras unos segundos de silencio y pensando no responder…contestó:
- Te doy mi opinión, espero que esta vez sea definitiva.
- Sí, sí, es más complejo de lo que parece a simple vista. Nunca está suficientemente justificado para las víctimas. Las tres o más buscan la felicidad propia ignorando los valores ajenos.
- Simplificando, es la situación cotidiana en el sistema actual en el que vivimos. A nadie escandaliza, todos la conocen y viven con ella. Corresponde a cada uno buscar la excusa que más convenga.
Sobrepasado por la frialdad de la respuesta, abandono la prudencia habitual, busco sus ojos y espeto, no sin miedo a las consecuencias:
-“¿Desde cuándo os veis?”
- Desde el momento en que prevalecía la necesidad de conocernos con sencillez, sin coacciones. La entrega era plena y expresábamos el afecto mediante caricias y besos. Era nuestro amor
- Desde que la comunicación era total.
- Desde que vivíamos sexo o infidelidad buscando satisfacción mutua.
La puntualización de la pormenorizada respuesta me tambaleó. Necesitaba conocer más detalles del alejamiento a pesar del vértigo que me producía. Sin más demora y con un hilo de voz pregunté:
-¿Te importa decirme cómo se llama él?
- De nuevo exhibes tu ignorancia de la destruida relación. Con esta pregunta vuelves a mostrar el desconocimiento de la persona que tantos años ha vivido junto a ti.
Ahora, quiero una respuesta:
-
¿Conoces a la profesora de Historia, compañera en el instituto?
- Pues ella es mi amante.
Javier Aragüés
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