El nombre de Herta Müller
se escribe de recortes
de rosa y amarillo,
de celeste se dibuja,
sobre la hoja en blanco.
Y entonces:
¡Hola, cuánto tiempo!
Punto y seguido.
Que no sé si fue ayer
o el otro día,
o el día de después,
o vino antes.

¡Hola, cómo estás!

No se sangra
cuando es punto y seguido.

… Y van los muebles,
y se mueven, se colocan
de otro lado.
Me dice:
“viene a mi casa, y
me los cambia.
Los desprecia”
Él se toma el corazón,
pasando por alto la alfombra.

Con los amigos, pasa esto;
que después de un párrafo
te llaman,
y te desordenan la tarde
y te quitan el sueño
y te cabrean…
Y anda uno ordenando la casa,
colocando cada mueble.

Hola, cómo estás, cuánto tiempo…

Y apartas a un lado, la alfombra,
deseando que todo quede
“patas arriba”.

Debe ser terrible
que a uno lo quieran…

Que miren por ti,
que intenten
hacerte la vida
más agradable,
debe ser espantoso.

Que se manifiesten
tales cariños
debe poner
la piel de gallina.

Lo mejor es protegerse,
guardar la debida distancia
para mantenerse a salvo,
y si no fuera suficiente,
avisar a los amigos.
Sería peligroso que
en la inconsciencia
no lo advirtiesen.

Quedan tan pocos vecinos
para ir de copas…
Para dormir juntos
a la amanecida,
la picha floja.

Mejor los hombres solos,
lejos de tanta bruja.
Que son malas
si no beben; y
si beben, se ponen tontas
y no hay quien las aguante.

Debe ser terrible, sí,
que a uno lo quieran…

Tengo que llamar
para que vengan
a pintarme la casa.
Dejar las paredes en blanco
y limpiar la cristalera.
No me va a dar tiempo
de hacer tantas cosas…
y tú me quieres lanzar
desde un helicóptero.
¿Estás loco?
Pretendes esperarme abajo
para que te responda
si he podido dejar
los ojos en blanco
o he conseguido un orgasmo.
Que no, hombre, que no,
por más ahogadillas
que quieras.

¿Qué es eso de dejar
la mente en blanco?
¿No es un poco morir?
Prefiero dejarla volar
sin saber adónde me lleva.
Tanto hay por descubrir…

Y ahora me llamas
para decirme
que te duele la cabeza…

Pues déjala en blanco
y vuela